Si definimos
X= 0 ó 1 dependiendo de algo bueno sucede o no sucede.
Y= 0 ó 1 si la “bruja” dice que sucederá (suponiendo que ambos suceden el 50% de las veces)
Observación: La bruja la pegará el 50% de las veces.
La gestión de riesgo se hace pagando la sesión y aplicando lo “predicho”. Sin duda esto es lo que se hace para demostrar que modelos nada formales podrían satisfacer la predicción en un 50%. (Algo extremadamente riesgoso). En todo caso el profesor desarrolla una serie de consideraciones con las que se le da un tratamiento formal a la administración del riesgo, en las páginas sucesivas de su papel de trabajo. Sin embargo, con esto aun no respondemos la pregunta con la cual titulamos este artículo, pero sí pudiésemos argumentar, que con base a experiencias en algunas organizaciones, en la administración de riesgos existe una mezcla entre lo formal y lo informal. Esto es debido a que por habilidades y conocimientos en alguna materia, en especial la financiera, se consiguen modelos que manejan los riesgos de crédito y mercado mejor que los de tipo operacional. Y aquí es donde entra en conflicto la fe y la razón.
Fortalecer la Fe
La fe se fortalece con las experiencias, y claro está que buenas experiencias conllevan a tener conciencia de que algunas prácticas desarrolladas por algunos especialistas en riesgos permitirán obtener mejores resultados en la administración de un tópico (riesgo operacional) que es abstracto para muchos. De allí que las primeras personas que deben estar conscientes que el riesgo operacional es extremadamente peligroso, si se administra con métodos no formales, son los de mayor jerarquía en la organización. Ellos usualmente no incentivan o apoyan la creación de políticas que permitan ir estableciendo el marco de control para este tipo de riesgo, además desestiman los presupuestos para fortalecimiento del talento humano en la práctica de riesgo operacional, designando mayor presupuesto y en forma consecuente a las otras prácticas.
Difícilmente puede lograrse una visión integral, si sólo se fortalece lo que conocemos; y tratamos de ignorar o esconder lo que desconocemos. Esa práctica es conocida como la medida de nuestra ignorancia, tal como lo describe Peter L. Bernstein en su libro en Contra de los Dioses[1] El autor lo destaca diciendo “…la gestión de riesgo maximiza las áreas donde se tiene control sobre los resultados y se minimizan donde no tenemos control alguno; quedando para nosotros oculto el enlace entre la causa y el efecto”. En nuestro tema de riesgo operacional se aplica porque se mira con detalle los riesgos de tipo financiero pero nunca los de tipo operacional, los cuales en ocasiones ostentan una alta correlación entre si.
Lo anteriormente expuesto nos conduce a lo “qué” es necesario para fortalecer la fe, sin embargo siempre caeremos en el siguiente cuestionamiento del “cómo” se fortalecería la fe y para ello me apoyaré en otro autor, aunque bastante distante del genero que estamos tratando, pero sin duda muy útil para lo que queremos explicar.
En el capítulo seis del libro El Símbolo Perdido[2] de Dan Brown, el autor explica que para que una ideología se convierta en religión debe cumplir con tres requisitos y los mismos son: Prometer, creer y convertir. El expresa que “Las religiones prometen la salvación, las religiones creen en una teología precisa, y las religiones tratan de convertir a los no creyentes”.
Ahora bien, si consideramos hipotéticamente que la gestión de riesgos es una ideología y que la misma promete salvarnos de las pérdidas máximas posibles a las que pudiéramos estar expuestos, y que creemos que existe un marco de control adecuado que tiene un gobierno corporativo que todo lo ve y escucha; existiendo su vez existe una práctica de auditoría que permite que evaluemos nuestros procesos en función de las prácticas de control implantados. Lo que quedaría pendiente es convertir a los no creyentes. Y este sería el último paso para fortalecer la fe en la gestión de riesgos.
Trasladando lo anteriormente expuesto a una práctica más ortodoxa, se espera que la junta directiva de la organización procure la existencia de políticas de riesgos que tengan como objetivo brindar el apoyo y orientación, prometiendo con ello el logro del adecuado nivel de riesgo con base a los requisitos del negocio, reglamentos y leyes. Con esta acción se está instaurando la doctrina particular de la organización que debe ser evaluada a través de un marco de control que se definirá específicamente para la gestión de riesgos, y en especial para el riesgo operacional. Este marco de control permitirá dar la credibilidad a las acciones que se estén incorporando a la práctica de riesgos, midiendo los resultados a través de los indicadores de riesgos y el cuadro de mando gerencial. En ese mismo marco de políticas debe considerarse el proceso de adoctrinamiento, el cual crearán y ejecutarán programas de entrenamiento y sensibilización, tanto a las personas que van a administrar los riesgos, como a todo el personal de la organización para que contribuya al logro del objetivo establecido por las políticas.
Sabemos que la fe y la racionalidad se contraponen en situaciones técnicas; y que para el caso de riesgo deben ser utilizados modelos formales, que están basados en axiomas y análisis de hechos. Sin embargo, cada vez que se va a enfrentar la gestión de riesgo integral se duda que lo que se hace va a tener buenos resultados. El argumento es que si se ha cumplido con los requisitos para desarrollar una práctica ortodoxa como la expuesta anteriormente, se debe tener confianza (Fe[3]) de que las cosas comenzarán a resultar mejor para la organización.