viernes, 29 de enero de 2016

La Crisis, los Valores y los Riesgos..,

Hace unos momentos a una representante de una escuela considerada por mi como excelente por sus profesores, alumnos, padres y en si mismo, en su conjunto; sufrió un incidente en donde un representante se apropio de su teléfono inteligente sin ningún tipo de temor o vergüenza de que pudiera ser atrapado en tan "extraño" acto, el cual en cualquier otro contexto puede considerarse un robo vulgar de un dispositivo de los cuales, se roban cientos a diario; y en ocasiones hasta con desenlaces fatales.

Sin embargo, el asunto no es el simple robo, sino en dónde ocurrió y quién cometió tal acto. Todo ello porque la acción pudiese traer consecuencias inconmensurables. El riesgo al que se expuso este  señor, por un aparato que aun que de cierto valor, no revela las costosas consecuencias que pudiesen traerle a él y a su representado en dicho comunidad educativa. No imagino el bullyng que pudieran emprender con este muchacho sus compañeros al saber que su papá cometió este delito; si no es que amenacen con suspenderlo por culpa de una estupidez cometida por su padre. Y resalto la estupidez, porque fue perfectamente grabado con las cámaras de seguridad del lugar.

Qué me motiva a escribir acerca de esto?

Hace aproximadamente dos años que no escribo nada relativo a riesgos y a su gestión que no sean estudios o análisis para organizaciones o instituciones de formación que me requieren con relativa frecuencia, algunos con fines de lucro otros por colaboración para el desarrollo de esta práctica. Creí yo en su momento, que el motivo de dejar de escribir fue que poco o nada de esto interesa en modo teórico. Muchos quieren resolver la gestión de riesgos en modo práctico y generalmente se decantan por esta vía. Los resultados son mixtos, logran algunos objetivos, relativamente exitosos, pero con costos muy elevados. Otros, simplemente implementan las prácticas de riesgo y sólo buscan lograr el cumplimiento. Esto último, si la organización está sujeta a regulaciones relativas a la gestión de riesgos.

Por tanto motivado a lo anterior no debo negar que me fue abordando un hastió que me llevó a abandonar los escritos y si alguna vez tuve intención de hacer un libro o ensayo acerca del tema, creo que esto fue aletargando y luego extinguiendo cualquier interés al respecto.

Pero sucedió el evento con que abrí este escrito. Me asombró de sobremanera tal situación. Como dije antes, por donde ocurrió y quien cometió este acto. Inmediatamente lo relacioné a la ética, a los valores, a los riesgos, la crisis y quién sabe que más elementos que la frustración; y porqué no, el malestar de que ocurran estas cosas en lugares que yo considero sagrados. Lo increíble de este evento es que hizo que me trasladará hasta el 12 de noviembre de 2011 donde ocurrió un evento en esa misma escuela. En ese momento y fui el protagonista. Allí ocurrió una situación que produjo que escribiera un escrito denominado La consecuencia de hacer las cosas por hacerlas; en ese instante vi comprometido los valores, la ética y las consecuencias de hacer las cosas sin interés o pasión. Aunque las situaciones son bastante distintas, la de aquel entonces y esta de hoy; tienen en común la respuesta perfecta del porque deje de escribir.

Realmente deje de escribir porque la gente desea asumir riesgos, no administrarlos. La gente desea  exponerse a cualquier riesgo. Arriesgar los valores, su prestigio, su honorabilidad para obtener  bienes materiales. A la gente le importa nada las consecuencias que le pueda traer a ellos; pero sobre todo son extremadamente egoístas; pues no le importa las consecuencias que puedan traerle a los suyos; como por ejemplo, someter al hijo a cuestionarlo y hasta ofenderlo por los actos poco decentes cometidos por su padre en el colegio.

En realidad, en este momento donde me encuentro y el contexto que me rodea hace que no me sienta motivado a ser un evangelizador en gestión de riesgos que haga que la gente que haga las cosas bien, porque la verdad es que creo firmemente que no les importa correr riesgos innecesarios, el modelo está afectado y el entorno no está castigando por muy mal que se porten. En pocas palabras no hay pena, no hay ley; la gente correrá el riesgo, hasta que los atrapen.

La nueva normalidad era un juego de niños

Foto: StellaDi Pixabay Creo que "la nueva normalidad" era cosa de 90 días. Eso ya no existe. Pienso que lo cierto es una nueva rea...